sábado, 24 de septiembre de 2011

Andraitx

         



El Puerto de Andraitx, Mallorca, Agosto 87

Eran los días de pleno verano, acercándose por las calles laterales que bajaban por una agradable pendiente, se comenzaba a percibir el murmullo de los transeúntes, gente de lo más variopinta, llegados de distintos sitios de la Europa sin sol, la Europa del Norte…la que manda.

Desemboco en una plaza frente a la lonja de pescadores, en las terrazas de los restaurantes, los visitantes estivales cenan a la luz de las velas, la noche esta calma, entre el murmullo se distinguen el tintinear de los cubiertos y al fondo, el clásico golpeteo cadencioso de una  driza floja sobre el mástil de algún velero. Paseando ya entre las mesas era muy grato sentir los aromas de los platos a base de pescados y mariscos, todo sustentado por el imprescindible combo del ajo y aceite de oliva, que siempre le recordaba a la cocina de la casa de su abuela Gaby

Aquel sitio era un típico/tópico escenario del  Mediterráneo, frente a el, se extendía la profunda cala plagada de barcos y detrás las luces de la otra costa, titilantes reflejos sobre un mar calmo.

Los paseos marítimos tienen ciertos comunes denominadores incluso en diferentes continentes, pensó, mientras se dejaba envolver por aquel cautivante ambiente estival, coctel de sensaciones agradables, intrigantes…le vinieron a la memoria otros paseos a la vera del mar, otras ciudades costeras, otras estrellas…pero un estilo de vida que siempre lo atrajo y disfruto cada vez que tuvo ocasión: San Salvador de Bahía, Colonia del Sacramento, la más entrañable, quizá, Saint Thomas, Virgin Gorda, Cartagena de Indias, Asilah, Tánger, tan diferentes , tan iguales…

Las noches de verano con su ritmo alterado, la música que desprenden los bares, viajando entre el humo y las risas (gracias Sabina) le transmitían una sensación de placer, la vida afloraba entonces a flor de piel, los sentidos se regodeaban en cada poro del cuerpo.

Un bar elegido al azar (o quizá no tanto) abría sus puertas a la bocana del puerto, dominada por el faro de recalada. Una vez dentro, la barra era la protagonista, ocupando casi todo el espacio, dejaba solamente un estrecho pasillo, hacia el fondo del local, un sitio privilegiado para observar aquel ambiente.

La fisonomía de los bares modelan la fisonomía de sus parroquianos, o seria a la inversa?, dejo aquel pensamiento cuasi bizantino para pedir una cerveza a la simpática camarera que le ofrecia una inmensa sonrisa. Siempre le habían llamado la atención las estanterías que cubren las espaldas de los bar tender del planeta, aquel telón de fondo donde se reflejan las siluetas de los pobladores de aquellas tablas, aquel, en particular estaba salpicado de fotos dispuestas en una forma incierta, como respondiendo a un orden diferente, impensable fuera de aquel cambalache de colores, cristales y chispeantes reflejos etílicos.

Las fotos, decía, eran pequeños fragmentos, historias menores, batallitas que solo dentro de aquel marco cobraban cierta coherencia, imágenes de Jamaica o algún otro sitio caribeño, ojos sonrientes, cargados del humo de la hierba, instantáneas de fiestas intensas, expresiones y posturas inverosímiles y pseudo divertidas, Mao y el Che, recuerdos de aquel happening global que fueron los años 60…se detuvo entonces, en los pobladores de la barra, , pieles bronceadas, cubiertas con telas orientales de colores violáceos y dorados, colgantes, pendientes, piercings contraculturales, tatuajes que hablan de amor…fragancias fuertes y dulces que evocan maderas exóticas, sándalo, incienso…las bebidas? Cerveza holandesa, whisky canadiense y ron del caribe, brindo entonces por aquella trilogía!!!

Fue entonces, cuando su percepción dio un giro y sus oídos le descubren a los Doors, con aquel ritmo ascendente, frenético, casi atávico podríamos decir  que tienen los primeros acordes de L.A. Woman…aquel sitio se llenó de energía, aquella situación la había vivido en Amsterdam, tres años atrás…

Aquellos territorios le gustaban, antros en la frontera salvaje con sus vicios cool, sensualidad rica en matices, aquel ambiente bebedor y fumador con música de blues y hombres que hablan del mar, con mujeres adorablemente atrevidas, sal, sudor y alcohol, conversaciones en distintos idiomas, pero claramente cómplices, miradas que exploran, antesala de algún beso quizá.

Al final de la barra, el dueño mantenía una entretenida conversación en un idioma que no distinguia, con un sujeto de piel extranjera, cuerpo y alma de marino, semi oculto tras una centellante pared de cristal verde de botellines vacíos  de Heineken…

El mundo debería gobernarse desde un sitio como aquellos, con esa lógica simple y delirante
de las borracheras compartidas, todo sería distinto, pensó….al menos mas enrollado!!!